lunes, 4 de abril de 2011

Madrid – Tottenham: réquiem por un sueño



Murió el sueño de la Liga para el Madrid. Es lo que tienen los torneos de la regularidad, que suelen ganarlos los mejores. Pero mañana empieza otra película, nada de persecuciones imposibles como la que acabó este fin de semana. En la Liga de Campeones vale casi todo, y tratándose del Madrid aún más. Hacía años que el Bernabéu no veía un partido así ha dicho el entrenador portugués, y tiene parte de razón. Los cuartos son terapéuticos y el partido viene cargado de ilusión, pero también de dudas.



Las bajas, no tan infrecuentes a estas alturas de la temporada, marcan la previa de un choque que puede parecer desnivelado pero que tiene muchos claroscuros para los hombres de Mourinho. El juego del equipo blanco no ha terminado de ser constante. Se gana, a veces se convence, pero no da la sensación de ser una máquina arrolladora, imparable. La derrota contra el Sporting es un síntoma de ese vaivén continúo que es el Real Madrid de esta temporada. Brillantes ejecuciones como la del Lyon hace unas semanas mezcladas con paupérrimas actuaciones, esas que lo han descolgado de una liga que ya tiene dueño.

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En casa, frente a los hombres de Redknapp, tiene el club blanco la oportunidad de ponerse serio en la Champions, en esa competición que empieza a oxidarse en las vitrinas y que últimamente sólo disfrutaban en el sofá de casa. El rival no es de los que asustan, la verdad, no es de ese tipo de partidos que paralizan a los aficionados. No tiene ni la leyenda del Manchester, ni la reciente fama del Chelsea, pero ahora mismo es un equipo sólido, con una plantilla extensa y bien compensada, y esta ronda es una oportunidad de oro para hacer historia. Los spurs no han llegado aquí por casualidad, primeros de un grupo de gallitos y habiendo dejado en la cuneta a todo un Milan en octavos. El equipo londinense está rindiendo por encima de lo esperado, la explosión de Bale tiene mucha culpa. Es un artificiero en la banda izquierda, él pone a funcionar al equipo. Lecciones de fútbol como la que dio frente al Inter en la fase de grupos lo señalan como una de las estrellas de mañana. Pero lejos de las individualidades, de la clarividencia de Modric, del oportunismo y creación de Van der Vaart, la contención de Wilson Palacios o el desborde de Pienaar, el Tottenham es un conjunto solidario, eficaz y aguerrido. Las bajas en al defensa pueden mermar esa capacidad de sacrificio táctico, sin Gallas o King el equipo puede ser más blando, por ahí deben entrar las flechas madridistas.

Entiendo que Mourinho sacará a sus hombres revolucionados. No queda otra. Aunque en la rueda de prensa haya especulado con el empate, lo cierto es que el Madrid debería tratar de asegurar el pase aquí y no flirtear con el desastre en White Hart Lane. Benzema no jugará así que volverá a recaer el peso goleador sobre un sobrepasado Adebayor. Cristiano está renqueante y Marcelo sigue siendo duda. Tres pilares fundamentales que se notarán, pero que no deberían ser definitivos. Vuelve Alonso, posiblemente estarán Özil y Di María, la defensa de lujo y una confiaza ciega en dominar el juego, no dejar que Crouch haga demasiado el robot en el área y aprovechar las carencias defensivas para atosigar a un buen portero como Gomes. Es decir, el once habitual de este año. Con Kedhira de coche escoba -poco más ha demostrado ser este año- y pendientes de que los de arriba trencen alguna jugada de esas que ponen el corazón encogido a la grada.

Tras el réquiem liguero del sábado, nada mejor que acción ante la parroquia merengue para inyectar ilusión a una grada entre la seriedad y el escepticismo. Es una oportunidad inmejorable. En fútbol, cuánto me gusta repetir esto, nunca hay nada ganado pero el Tottenham debe ser víctima de la voracidad de Mourinho. Unas semifinales de Champions serían motivo suficiente para celebrar la temporada, el Madrid debe reconquistar los títulos no a través de la épica sino de la prosa. No tanto con el juego poético sino con la extensa pero certera narrativa. Enterrar el sueño liguero y empezar a creer en el milagro europeo.

Por: Antonio Agredano

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